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COSAS QUE PASAN

Es difícil enfadarse sin decir palabrotas

4/5/2018

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El otro día, no recuerdo dónde, leí algo contradictorio: nuestros puntos débiles son nuestra fortaleza. Confieso que, al principio, me costó entenderlo. De hecho, creo que incluso estaba en desacuerdo con tal afirmación. Para mí era una suerte de oxímoron, como realidad virtual, calma tensa o sol de medianoche. ¿Cómo pensar que mi vulnerabilidad pueda ser mi fortaleza? Como suelo hacer ante tribulaciones de esta índole, recurrí a esa fuente de sabiduría que es la RAE.
 
Vulnerable: que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente. Una vez despejada mi duda, se confirma: soy vulnerable. Lo sospechaba desde hace tiempo, de hecho, creo que empezó a insinuarse de forma contundente y repentina al cumplir los treinta. Y hasta hoy, unos días más que otros, esa sensación permanece latente en todo lo que hago, digo y siento.
 
Decidí salir a correr para sobrellevar semejante desazón e intentar desvincularme del mundo por un rato. Hacía más de tres semanas que no practicaba running; simplemente no me había apetecido. Admiro a las personas que se obligan a hacer cosas para ellas mismas sin que realmente les apetezca –descartamos las obligaciones laborales, claro–. A mí me cuesta un mundo.
 
El recorrido se me hizo bola a los 20 minutos, tenía calor, me dolían las piernas, y no podía evitar seguir en conexión con el mundo, así que empecé a arrepentirme de mi decisión a medida que avanzaba. Cual cobarde, estuve a punto de completar el circuito andando, pero algo hizo click en mi cabeza, reposé mis pensamientos en un banco, y opté por seguir a pesar de desear con la fuerza de mi mente mental que apareciera en el camino, así, de repente, una cabina de teletransporte urgente a cualquier spa, playa, universo o –llamadme loca–incluso a mi casa. ¿Por qué decidí seguir con mi running? Nuestros puntos débiles son nuestra fortaleza… hummm… curioso.
 
Mientras corría, esa vez con la música de Prokofiev, –y visto que era incapaz de desconectar del mundo– sentí que empezaba a entender el vínculo entre fortaleza y vulnerabilidad.
 
Aquí transcribo mi hilo de pensamiento:
“Quizás no he estado enfocando del todo bien la cuestión porque he intentado banalizarla a golpe de razón. Sí, como cuando te dicen que conviertas tus defectos o puntos débiles en virtudes, por ejemplo, no eres aburrido sino responsable; no eres negativo sino realista; no eres caótico sino creativo… Me recuerda peligrosamente al ‘refuerzo positivo’ en la educación de los niños. En plan “hij@, no has recogido tu habitación ­–como te llevo pidiendo lustros–, pero has llevado tu vaso a la cocina”. Ole. ¿¿¿Y??? Por favor, los niños también tienen derecho a experimentar frustración, a asumir que no todo lo que hacen (o no) está bien… Digo yo que se puede ser aburrid@, caótic@, negativ@ y muchas más cosas. Conocerse a un@ mismo es tan difícil como enfadarse sin decir palabrotas. Quizás por eso me cuesta tanto enfadarme; no me enseñaron a decir palabrotas.
A ver, si, por ejemplo, fuera caótica, ¿podría convertir mi caos en mi fortaleza?”.
Fin de la transcripción.
 
Me da a mí que esto de los puntos débiles y las fortalezas va de intentar superarse siempre, de sentirse vencedor incluso en la derrota.
Qué cosas, me viene a la memoria la frase del poeta Robert Frost:
“En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido de la vida: seguir adelante”.
¡Ya estamos tardando!
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    Uy, aquí voy a contar las cosas más 'ardillibles' que vea. No tengo ni idea de cuáles serán. 

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