Mamá, eres un poco rara. Eso es lo que me han dicho mis hijos en repetidas ocasiones, siempre desde el cariño. No me queda muy claro si es una especie de piropo o todo lo contrario, la verdad, pero no me gusta quedarme con el comecome. Tengo la costumbre de acudir de forma asidua a la RAE para aclarar estas dudas absurdas que me surgen, así que he buscado raro/ra y he descubierto que tampoco es tan malo como yo pensaba:
Un gas no soy, eso lo sé. Aunque muchas veces, más de las que quisiera, me comprimo tanto que, cuando menos se lo esperan, exploto en mil ‘miniyos’ sin motivo aparente. Y también sé que siempre he intentado –y sigo haciéndolo cada vez que sufro por algo–, ser otra persona, con escaso éxito. Hacer lo adecuado en cada momento de la vida, lo que se espera de una sin defraudar, ir a favor de la corriente, no desear lo que no se tiene y jugar lo mejor posible con las cartas que te han tocado, me parece la pera. Y es que siendo como los demás se vive mucho mejor que siendo un@ mism@. Ser un@ mism@ es agotador, de hecho, estoy convencida de que podría entrar en la categoría de deporte de élite; se necesita mucha dedicación porque es una disciplina muy, pero que muy vocacional, y no vale sólo entrenar martes y jueves, no no no, se requiere un esfuerzo diario para alcanzar el SuperYOmism@. Ni que decir tiene que la cosa se complica todavía más cuando te esfuerzas por una lado en ser tú mism@ y por otro en no serlo, como si dos energías opuestas lucharan dentro de ti… Ya lo decía Parménides, que era un señor griego que no paraba de pensar en la lógica del ser: “El ser es y no es posible que no sea; el no-ser no es y es necesario que no sea”. Yo no lo habría explicado mejor. Sobre el resto de las definiciones de raro/ra no me siento capaz de opinar. Algún sobresaliente sí hay en mi expediente académico, pero todos antes de la adolescencia, eso sí. Por insigne, así, a bote pronto, no me sale nada… lo más parecido es alguna que otra insignia de las girl scouts. A lo que voy. Hoy me levanté con el firme propósito de aceptar mi uniqueness, cualquiera que sea, de una vez por todas. Escasa, inhabitual, propensa a singularizarme todo el rato, incluso extraordinaria –si lo oponemos a superordinaria (guiño, guiño), que eso sí que no– y, a veces, sobre todo en esos días que defraudan, con poca densidad y consistencia. Me ha costado Dios y ayuda, y también un momento de rabia contenida y posmeditación –ya hablaremos de ese tema en otra ocasión– amateur en el metro de vuelta a casa. Pero ojo, aquí estoy siendo solo una. A ver cuánto me dura. ¡Tiembla, Parménides!
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Hola!Aquí voy a contar cómo evolucionan algunos de los retos que me autoimpongo cada día, cada semana, cada mes... cada tiempo. Archivos
Mayo 2018
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