Pongamos que es un martes cualquiera, 11 am, noto taquicardias, arritmias, sudor frío, me tiembla la voz… Síntomas evidentes de que me siento atacada… y no de los nervios. No me gusta que me ataquen porque me obliga a tomar una decisión al respecto. Y diréis, “¿una decisión? Lo que tienes que hacer es defenderte”. Correcto. Pero –ay– se me hace muuuucha bola. Me estresa defenderme, lo asumo, me cuesta horrores. Debe de ser por haber sido educada en la moral judeocristiana, en poner la otra mejilla o qué se yo. El caso es que me da una pereza… la misma o más que cocinar, que ya es. En fin, que le ataquen a una ya me parece una ordinariez, pero hay personas que, increíblemente, se especializan en esta disciplina y la perfeccionan a lo largo de su vida profesional y personal. Están por todas partes. Según mi experiencia, he descubierto –hasta el momento– cinco tipos de reacciones:
Lo dicho, no se me da bien esto de defenderme… ¿o sí? Como dijo Kofi Annan, “La educación es el gasto para la defensa más efectivo que existe”. O más sencillo, vamos a hacerle caso al señor Miyagi. Concentración: dar cera, pulir cera.
0 Comentarios
|
Hola!Aquí voy a contar cómo evolucionan algunos de los retos que me autoimpongo cada día, cada semana, cada mes... cada tiempo. Archivos
Mayo 2018
Categorías |