Razones para volar hacia la inmensa felicidad de un corto abrazo bajo las ramas de los rascacielos, las mismas que hacen cosquillas a las nubes.
Acordes que nos contagien la locura de los que sienten los hilos invisibles de la música como el pan nuestro de cada día. Dedos que rocen la seda de los días blancos llenos de ternura, arena de otros tiempos y milímetros de piel que sueñan con kilómetros. Miradas láser que atraviesen mentiras y desafían conductas desde el otro extremo de ese ‘yo’ que es inquebrantable, líder. Planetas para tener la oportunidad de convertirnos en satélites si queremos, y girar y girar alrededor de mundos sin motivo. Sellos para enviar las cartas inconclusas que se marchitan en el cajón de los viejos y herméticos corazones de acero. Lágrimas que escapen de los ojos y empapen instantes, y calmen la sed de mar de los meses helados.
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Agosto 2018
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