En las noches de calor asfixiante, cuando el bochorno no me deja dormir, recurro a una solución que casi siempre funciona: invierto mi posición en la cama, la cabeza a los pies de la cama y los pies en la cabecera, bajo la almohada. Así, de una forma completamente naíf, engaño al cuerpo, me engaño a mí misma. Y el calor desciende, poco a poco, mientras yo, completamente inmóvil, noto cómo el sueño, por fin, me invade.
En la vida, a veces pasa lo mismo, y un simple cambio de postura te hace descubrir matices nuevos en las circunstancias que conforman tu vida. Y todo puede dar un vuelco inesperado. Y entonces ya no tienes excusa, ya sólo depende de ti decidir si deseas coger por fin el sueño o seguir desvelad@. ¿Qué harás? Últimamente he vuelto a escuchar la Sinfonieta de Janácek. Os la paso: https://www.youtube.com/watch?v=KLUKx6qPlXE
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En Corea del Sur se han inventado un concurso de lo más... relajante. Gana quien no haga nada durante 90 minutos. Pero nada de nada, ni siquiera dormir. Parece fácil, pero en esta sociedad con sobredosis de información y de estrés no hacer nada ni pensar en nada resulta muy complicado. Igual deberíamos dedicarle un pensamiento a esta iniciativa y abandonarnos durante un rato a la nada mental y física. Yo voy a practicar en cuanto acabe el post! Os paso la noticia de The Guardian.
Conmovedor, triste, atenazador, inquietante, en ocasiones escalofriante, elegante, cabaretesco, frío, no te roza pero te invade, te conquista, te asusta, te calma en algunos momentos, la música… la música lo es todo. Vestidos, desnudos, bailan, mueren, reinan, temen, sueñan, aman, huyen, se burlan, se cansan de no morir.
Uno, él, se sacrifica, para que todo vuelva a empezar. ¿Cuándo? En cualquier momento. La rueda empieza a girar de nuevo y volvemos a ser libres, pero, ojo, no estamos a salvo. Increíble el ambiente en Teatro Real en la última función de El emperador de la Atlántida. Lleno. Y es lógico, porque lo que he vivido, visto y oído es un espectáculo total que a nadie deja indiferente. Me quedo sobre todo con el indomable talento de Halffter –seguro que Ullmann habría imaginado así su ópera–, con la apabullante dirección de escena (ole de verdad), las interpretaciones atronadoras de La muerte y el ayudante del Káiser y el humor a su pesar y los fósforos… Y esa poesía desgarradora de Rilke en el Canto de amor y muerte. Y la música, siempre. Genial. Advierto: quien tenga oportunidad de ver El Emperador de la Atlántida no debería perdérselo. “¿Es esto la mañana? ¿Qué sol se levanta? ¿Es tan grande el sol? ¿Eso son pájaros? Sus voces están en todas partes. Todo está claro, pero no es de día. Todo está sonoro, pero no hay voces de pájaros. Son las vigas que brillan. Son las ventanas que gritan. Y gritan, rojas en dirección al enemigo, que está afuera en la llameante tierra, y gritan: Fuego. Y con el sueño desgarrado en los rostros, se precipitan todos, a medias hierro, a medias desnudos, de habitación en habitación de refugio en refugio y buscan la escalera. Y con aliento entrecortado las cornetas en el patio. ¡A formar! ¡A formar! Y temblorosos tambores”. Mañana voy a la ópera, al Teatro Real. Voy a ver El emperador de la Atlántida, de Viktor Ullmann. Estoy emocionada. Desde que supe que el Real acogería el estreno de esta ópera orquestada por Pedro Halffter, justo cuando me encargaron el reportaje sobre los nuevos tiempos de la ópera para SModa, quise verla. ¿Por qué os pongo este fragmento de Canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke? Porque es el prólogo de la ópera. Lo he leído hoy mismo. Es tristemente maravilloso y quería compartirlo con vosotros. Rainer María Rilke. Nada más por hoy. 20 minutos de espera en la parada del bus dan para mucho. Dan, por ejemplo, para observar la vida alrededor. SIn móvil, sin libro, sin música... sólo mirar. Y así, gracias a la EMT, he visto la imagen que os muestro aquí. No he podido resistirme a inmortalizar a esta pareja de desconocidos. Me han conmovido sus manos. ¿Llevarán juntos toda la vida? ¿Se acaban de conocer y van al baile, al bingo, al centro comercial? ¿Simplemente a cruzar sin pensar adónde se dirigen? Ni idea. Sólo lo comparto con vosotros y que cada uno imagine una historia.
500 años de la muerte de El Bosco. Por eso, el 9 de junio se estrena en cines el documental El Bosco: el jardín de los sueños, sobre su cuadro más misterioso, fascinante, inquietante, surrealista, aterrador… –¿quizás premonitorio? – En la película hablan escritores, artistas, filósofos, músicos, científicos sobre lo que para ellos significa esta obra.
El jardín de las Delicias es un tríptico que te hace pensar, que capta toda tu atención y te ‘obliga’ a recorrer cada escena, cada instante, como intentando comprender el sentido de la vida… y también de la muerte. Algunas cosas que igual no sabías sobre El Bosco -Su apodo se debe a la ciudad holandesa donde nació y murió, S’Hertogenbosh. -La partitura que aparece en la ‘espalda’ de uno de los pecadores ha sido descifrada e interpretada por una musicóloga. Suena infernal. https://www.theguardian.com/artanddesign/2014/feb/13/hidden-sheet-music-hieronymus-bosch-triptych-recorded Escuchadla y teeeemblaaaddd https://www.youtube.com/watch?v=qPA4OW2FjFg -Felipe II fue un gran admirador del pintor, por eso en el Museo del Prado habita la más importante colección de su obra. Si todavía no habéis disfrutado de El jardín de las Delicias en vivo y en directo, os animo a hacerlo y a enfrentaros a vuestros propios miedos en el Museo del Prado, antes o después de ver la película. Paul McCartney es un genio, y quien diga lo contrario es que no tiene la menor idea de música. Estoy feliz de empezar a postear con una excusa perfecta: el super concierto que ofreció McCartney el día 2 de junio en el estadio Vicente Calderón de Madrid. Y es que fue increíble, como siempre, porque a sus más de 74 años, se nota que disfruta a tope con lo que hace, que se implica y lo da todo. Lleno total, 40.000 personas flipando con la energía rockera de este ser humano. Se escuchaban muchos “¡Paul, qué arte tienes!” o “¡Paul, no te mueras nunca!” o “¡Este tío lo toca todoooo!”. Buen rollo en general y un recorrido por The Beatles y Wings, y hasta presentó un tema de su nuevo disco. Ya os digo, casi tres horas cantando, tocado el bajo, la guitarra, el ukelele, el piano… Habló en español, le puso música a los “oeoeoeoeeee!” y estuvo la mar de simpático. Hasta dejó que subiera al escenario una parejita cuyo sueño era prometerse delante de McCartney –ella iba con unas orejas postizas de ¿conejo? o ¿liebre?... no entendimos el estilismo demasiado bien–.
McCartney, el eterno ‘otro’ del tándem McCartney-Lennon. Quizás porque en vez de ser un activista, eligió ser un as en los negocios (tragedia); o puede ser que el hecho de estar vivo sea la causa de esa especie de menosprecio que algunos sienten por él… No lo sé. No les digo nada y les digo todo. Bajista, pianista, guitarrista, vocal, el otro batería de The Beatles, como el propio Lennon solía llamarle. Qué decir de ese bajo en Something, por ejemplo. Los pelos como escarpias. O qué decir de la, no sé cómo llamarla… tendencia? Obsesión? Por innovar, inventar conceptos y romper moldes como en Revolver, Abbey Road, Sgt. Pepper, White Album… Ávido lector de poesía, compositor de clásica, disruptor mediático (¿de quién fue la idea de subir a la azotea y democratizar su música vía happening?). Me emociono profundamente. Y esto no va de meterse con Lennon, al que admiro profundamente, que conste. ¿Que fue el ñoño de The Beatles? ¿McCartney? Huummm… veamos Oh, Darling, She’s a woman, Helter Skelter, I’ve got a feeling, Get Back… podría seguir. Os dejo con unos bonitos documentos gráficos (somos mis amigas y yo… y más gente). Advierto, mi fuerte no es el audiovisual. Sorry. |
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Agosto 2018
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