Las orcas rozan mi cuerpo mientras, inconsciente, como ebria del sopor que producen ciertos fármacos, me dejo llevar por los remolinos artificiales. Acaricio sus cuerpos brillantes, helados, perfectos, y no siento miedo. A lo lejos, si levanto la vista y floto por un instante, vislumbro alguna orilla que reluce de orgullo, pero no me seduce el brillo de su arena…
Hoy, quizás sólo sea un sueño, elijo oscilar en alta mar como una muñeca abandonada con la que juegan los grupos de mamíferos marinos. Hoy, quizás sólo sea un sueño, abrazo el peligro como si fuera mi amigo y soporto los envites de las olas y los verbos en pasado. Porque hoy, quizás sólo sea un sueño, nadie se atreve a hablarme en presente. ¿Por qué hoy nadie se atreve a hablarme en presente? Es raro el sabor de la sangre mezclada con la sal. Voy bajando, los ojos abiertos y fríos, el cabello largo ondula hacia arriba como buscando el último rayo de Luna, las piernas inmóviles… Alzo la vista por última vez hasta el principio, un diminuto punto de luz celestial roza la superficie del mar. Hoy me transformo en un ser de otro mundo… pero quizás todo sea un sueño.
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Agosto 2018
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