En los que los presos sólo piensan en salir a combatir el mal con lo que les queda de leve humanidad.
Son ésos que pesan y pasan, en los que las madres adoran a sus hijos por encima de las circunstancias. En los que el dios de la voracidad nos mira pero no nos ve y escapamos de su tenebroso abrazo hacia la luz del mar. En los que los poetas renuevan sus votos con versos alejandrinos, sentados al bies en fuentes de palacios de piedra y chocolate. Llenos de segundos, minutos, horas… que se vuelven teatros de sombras y miniaturas mientras suena un clavicorde francés. Y los amantes se aman entre risas bajo el manto artificial de la noche americana. Y los que matan el tiempo dejan sus armas líquidas a un lado. En sus márgenes, las comisuras del tiempo bailan al compás de una mazurca cuando nadie las mira. Y en las vísperas de otoño vuelan encaramados a una hoja de álamo recorriendo otras vidas que se sienten invierno para siempre. Cálidas ráfagas de minutos felices que desbaratan las estaciones y el mandato universal de los resentidos. Un corazón que vive al límite en el borde del adiós, al alba misma, y late por inercia se vuelve firme y sobrepasa la mañana en brazos de la ausencia. Es valiente un día más y se adentra en la bruma de las emociones que, como en los libros sobre la Tierra Media, está trufada de peligros, leyendas y misterios. Los días claros y oscuros Los días largos y cortos Los días que saltan en charcos Los días que son uno más uno Y días…
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Agosto 2018
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