Los verbos que escaparon de nuestra infancia sobrevuelan los rascacielos de las grandes ciudades durante mucho tiempo. Sin calma, cansados de buscar un párrafo que demuestre que vivieron en nuestros juegos, orbitan los lugares comunes y se acaban posando sobre cualquiera que les ofrezca un texto cargado de emociones. Y se vuelven un eco de tambores de guerra que a todos convoca, pero no llega a nadie. Quizás nadie más que nosotros sabe que esos verbos laten en silencio esperando ser pronunciados para cambiar el curso de la historia. Para llevar a cabo sus acciones de verbos, para protagonizar los versos ocultos en la memoria, para rebatir cuestiones que parecen irrebatibles, para hacernos sentir que todo es impredecible, fantástico, milagroso... como el sol y la lluvia. Impredecible, fantástico y milagroso como nosotros mismos sin control remoto. Hipnotizados por la magia del caleidoscopio en esta noche de espera y colores y formas brillantes, los niños se quedan dormidos bajo un sol nocturno que acuna sus corazones de jardín de infancia. La nuestra es la misma que la de hace siglos, contundente inmensidad casi azul en la que el peso es liviano y relaja los músculos del cuerpo. Y echamos a andar, resueltos, porque hace años que hicimos planes con verbos y versos y aromas de furia y roces de pétalos que buscan a sus dueños en cualquier universo. Si no fuera por esa esperanza que se empeña en sobrevivir, no sé lo que haría. Si no fuera porque sé que infinitas palabras se funden en océanos de voces que me buscan, no sé lo que haría. Si no fuera porque acróbatas sin miedo vuelven a cruzar las líneas fronterizas que prohiben anhelos, no sé lo que haría. Hay verbos que viajan en el tiempo y completan subordinadas tan complejas como los sueños del otoño. Hay verbos que palpitan clandestinos en nuestras almas y sufren la anemia crónica de quienes son silenciados por sistema. Hay verbos tan bonitos como el baile vertical de los delfines en el gran azul. Hay verbos que provocan nostalgia y nos paralizan la mirada perdida por encima de las ráfagas de viento. Algunos simplemente buscan otras vidas que alimenten sus egos. Y otros mueren de tiempo cuando el piano calla.
1 Comentario
Tus exquisitos verbos han llegado también a oídos de Cósimo, que me ha sugerido este medio para hacerte llegar sus cartas.
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Diciembre 2018
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