Dicen que 21 gramos es más o menos el peso que se escapa de nuestro cuerpo justo al morir. Es el vacío que deja el alma, si existiera. 21 gramos. Ësa es la diferencia entre el antes y el después, entre estar vivos y dejar de estarlo. Dos gramos de paz es lo que perdemos cuando nos invade esa sensación de angustia que oprime nuestros sentidos cada vez que lloramos. Tres gramos de odio huyen al ver que no hay escapatoria y sí perdón. Cada vez que llegamos al límite de nuestras fuerzas cinco gramos de desesperación se desvanecen porque salimos adelante. Gramo y medio de excitante locura se va en cada acto reflexivo, razonado y debidamente ordenado. La miseria de la envidia se esfuma cuando aceptamos nuestra propia condición humana. ¿Cuánto pesarán los pétalos de felicidad que se marchitan con cada amor no correspondido? No importa, florecen con cada reencuentro inesperado. En 21 gramos, aproximadamente, se concentra el valor de nuestra mismidad, aquello que realmente nos define. Puede que estén a salvo en el corazón y que se renueven cada cierto tiempo para que dispongamos de ellos durante toda la vida. A demanda. Sería perfecto. Puede que estén tan tan ocultos que ni siquiera sepamos que los tenemos hasta perderlos para siempre con el último aliento. Puede que descubrirlos y emplearlos deba ser, a partir de hoy mismo, uno de mis retos.
1 Comentario
Nonazo
19/8/2016 18:37:32
Siempre me pongo música para disfrutar leyéndote, pero es que ni Puccini me deleita ya tanto como tus palabras me trastocan y sorprenden.
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Agosto 2018
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